Si
bien el diagnóstico de una epilepsia en cualquiera de sus formas va a ser
formulado por el perito médico que haya sido designado en la causa, los
psicólogos no podemos desconocer las manifestaciones clínicas de esta
enfermedad, ya que en muchos casos es susceptible de determinar la aparición de
los episodios denominados como trastornos mentales transitorios.
Por
lo tanto es importante recordar algunos de los conceptos que habitualmente se
trabajan en las asignaturas de Neurobiología, Psicofisiología y Psicopatología
de las diversas universidades, y considerando especialmente las alteraciones de
la conciencia y los trastornos de conducta que pueden producirse. Para cualquier
información que exceda el siguiente resumen remito al lector a la bibliografía
de la especialidad.
Las
epilepsias pueden definirse desde una vertiente fisiológica, neurológica y
psiquiátrica.
La
definición fisiológica señala
que se trata de una descarga en masa de un grupo de neuronas cerebrales o de su
totalidad afectadas de una sincronía excesiva.
La
definición neurológica señala
que se trata de las manifestaciones convulsivas derivadas de esta
hipersincronía o sus equivalentes.
La
definición psiquiátrica o
psicopatológica señala que por una parte comprende los aspectos de
desestructuración de la conciencia y por otra parte los trastornos de
personalidad que se observan en relación a las crisis y accidentes comiciales.
Las
Crisis Generalizadas incluyen
el Gran Mal y el Pequeño Mal.
Las
Crisis de Gran Mal se caracterizan
por un coma brutal sin pródromos, es decir que no hay auras, no hay aviso
previo a la crisis y por lo tanto cuando se produce la caída existe la
posibilidad de que se produzcan heridas. Le sigue una fase tónica con un
aumento del tono muscular, desplazándose el tronco y cuello hacia adelante, se
contraen los músculos maceteros y esto a lugar a la mordedura de la lengua. Hay
apnea respiratoria, cianosis, pupilas dilatadas y los reflejos oculares están
disminuidos o abolidos.
Le
sigue una fase clónica que se produce por agotamiento, aparecen contracciones
rítmicas seguidas de relajación muscular, las cuales constituyen las
convulsiones; y a esta etapa le sigue en período de relajación, luego el sujeto
se va recuperando del coma, disminuye la midriasis, reaparecen los reflejos y el
sujeto despierta cansado, dolorido, con cefaleas y una amnesia total de lo
ocurrido.
Las
principales diferencias que aparecen con las grandes crisis histéricas, más
habituales en otras épocas, son que el gran mal epiléptico no tiene aura, la
caída es brutal y con posibilidad de heridas, en la epilepsia la amnesia es
irreversible porque no hubo inscripción, en la histeria no se produce el
relajamiento esfinteriano, no se muerden la lengua, en la histeria el enfermo
trata de mantener los ojos cerrados, las pupilas reaccionan a la luz y siempre
hay alguien que mira al enfermo durante el ataque.
Las Crisis
de Pequeño Mal presentan manifestaciones clínicas que son las
Ausencias, las Crisis Atónicas y las Mioclonías Bilaterales, que en su conjunto
constituyen la Tríada de Lennox.
Las
Ausencias son un breve eclipse de
conciencia y se caracterizan por un comienzo y terminación bruscos. Al resolverse,
el enfermo vuelve a una conciencia clara y continúa con la actividad que había
suspendido, siendo esto un importante elemento para diferenciarlas de la
interceptación de pensamiento, ya que en este último caso el paciente podrá
hacer algo completamente diferente a lo que se encontraba realizando con
anterioridad a la crisis.
Las
Crisis Atónicas consisten en una
supresión del tono muscular, y las Mioclonías
son pequeñas sacudidas musculares, generalmente de los miembros superiores o
inferiores.
Epilepsias
Parciales
Son
crisis siempre iguales a sí mismas con síntomas motores, sensitivos o
sensoriales y no se producen importantes alteraciones de la conciencia salvo
que se generalicen secundariamente.
En
estos casos, las crisis comienzan como una epilepsia parcial pero luego se generalizan
constituyendo el prototipo de la epilepsia psicopatológica ya que se producen
trastornos profundos de la conciencia, actos automáticos y liberación de
automatismos psicomotores.
Los
fenómenos de la crisis parcial constituyen auras y al generalizarse pueden dar
como resultado una crisis idéntica a la de gran mal o dar lugar a la aparición
de equivalentes.
Las
auras pueden ser vegetativas con dolores epigástricos, sintomatología
vasomotriz con accesos de calor, frío, etc.; pueden ser sensoriales, como son
las visuales con luces de colores, manchas, estrellas, relámpagos, visión de
animales, etc.; pueden ser auditivas con ruidos, voces, zumbidos; pueden ser
olfativas con olores a quemado o a podrido; psíquicas con sentimientos de
extrañeza, pensamiento forzado, etc.
La
actividad parcial puede dar lugar a equivalentes, es decir a automatismos o
crisis psicomotoras. Cuando la sintomatología se limita a la equivalencia la
expresión clínica consiste en una serie de trastornos de conducta con eclipse
de conciencia denominados por Penfield como Crisis Psicomotoras, quedando el término automatismo para la
observación que se hace del sujeto. Estos trastornos de conducta incluyen los
automatismos ambulatorios y las fugas, en las cuales el sujeto puede realizar
diversos delitos como homicidios, actos exhibicionistas, agresiones sexuales,
incendios, etc.
La
epilepsia puede dar lugar a diversos cuadros de desestructuración de la
conciencia vigil, apareciendo estados confuso-oníricos que pueden durar horas o
días y que se caracterizan por ansiedad, agitación o estupor, onirismo y
delirios generalmente místicos, y pudiendo constituir por lo tanto un trastorno
mental transitorio completo.
Pueden
aparecer estados crepusculares en los que generalmente se producen muchas
experiencias delictivas ya que en ellos se producen las fugas y estados
segundos con una tendencia a la realización de actos violentos como homicidios,
violaciones, acompañados de fenómenos de despersonalización, alucinaciones,
onirismo, etc., los que son capaces de constituir un trastorno transitorio
incompleto.
Antes
de concluir esta nota, creo que resulta importante mencionar que los sujetos
epilépticos pueden presentar toda una gama de alteraciones que exceden lo hasta
aquí enunciado. Tales son, por ejemplo, los casos relacionados con las
características de la personalidad epiléptica y la consideración de un
trastorno orgánico de la personalidad, como así también los cuadros psicóticos
y demenciales que, de alguna manera, puedan encontrarse asociados a la
enfermedad aun cuando no se encuentren originados en la misma.
Lic.
Germán G. De Stéfano
Bibliografía:
Dr.
Aldo Imbriano – Asignaturas Neurobiología y Psicofisiología – Universidad Kennedy
1990/1991
Dr.
Ricardo Lindner – Asignaturas Psicopatología I y II, Universidad Kennedy, 1991/1992
Henri
Ey – Tratado de Psiquiatría
Dr.
Héctor Fischer – Epilepsias
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