A continuación un excelente trabajo del Dr. Néstor Stingo, ex perito oficial del Poder Judicial De La Nación, sobre la participación de los peritos en los juicios orales. Si bien el artículo se encuentra referido a los peritos médicos, el contenido resulta aplicable a todas las profesiones.
La
Dramática Del Juicio Oral
Por el Dr.
Néstor Stingo
Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Buenos Aires y ex
Médico Forense del Poder Judicial de la Nación
A partir del año
1991 y por Ley 23.984, rige en la Capital Federal el juicio oral.
A este
procedimiento judicial podríamos denominarlo la "dramática del
juicio". Para no ser mal interpretado, voy hacer la siguiente salvedad:
cuando hablo de dramática, lo hago en el sentido etimológico del término: como
un suceso de la vida real, capaz de interesar y conmover vivamente. Interesa y
conmueve tanto a los protagonistas como al público.
El testigo
médico se interesa y, no hay duda, también se conmueve o conmociona. Su estado
psíquico frecuentemente está invadido por distintos tipos de ansiedad. Se
encuentra en un contexto con características peculiares o no familiares; éste
es un contexto confrontacional encuadrado en un espacio y un tiempo (la sala de
audiencias, fecha y hora de comienzo determinadas).
Los participantes
de la escena son: el tribunal, el fiscal, el abogado defensor, el imputado y
los testigos.
En dicho
contexto cada una de las partes intenta sostener intereses e imponer opiniones,
así como probar la falsedad de la otra o destruir sus argumentos.
Como ya
mencioné, uno de los protagonistas del drama es el testigo médico, cuyas
funciones son:
- Exponer las
conclusiones de la peritación o relatar su intervención en determinadas
circunstancias;
- Responder a
las preguntas en relación con el estudio o la práctica realizada;
- Aclarar y
fundamentar científicamente la intervención con motivo de su tarea profesional.
Esbozada una
composición de lugar, mi interés es pasar a hacer referencia a las vivencias
que experimentan algunos médicos frente a esta situación y de cómo pienso que
pueden ser mejor sobrellevadas (abriendo así la posibilidad del intercambio con
ustedes).
En el contexto
al que hice referencia, el testigo pasa por estados emocionales diferentes.
Podríamos asemejar esto a una situación de examen, una situación estresante.
Probablemente exista un desajuste entre las expectativas y la realidad. En
dichas circunstancias se somete a prueba la validez del informe que realizamos,
se le buscan contradicciones y se nos plantean hipótesis que no incluyen todas las
variables intervinientes, con lo que se corre el riesgo de parcializar la
conclusión o llevarnos a la generalización de hechos particulares, pudiendo
apartarnos de los sucesos individuales.
En el transcurso
de la audiencia puede existir una desacreditación a nivel personal, a nivel de
nuestras opiniones y aclaraciones, o de los instrumentos técnicos empleados en
la peritación.
La situación es
vivida como de antagonismo, oposicionismo o colisión; pues parece que uno
debiera defenderse de un adversario o contrincante. A veces el testigo tiene la
sensación de que lo quieren confundir, enredar, perturbar, desconcentrar y
avergonzar, pues nota cierta hostilidad a su función, en la que observa que
alguna de las partes desvirtúa sus dichos. Tal vez lo que debamos aprender es que
en el rol de testigo se debe atravesar por esto.
Acontecimientos
de esta naturaleza no se enfrentan de un modo neutral: todo acto humano se
encuentra matizado por la afectividad. Cuando las demandas del entorno
psicosocial son intensas y/o prolongadas, como en estos casos, se puede llegar
a perturbar el equilibrio adaptativo y dar aparición al estrés.
La ansiedad es
una forma de respuesta al estrés, caracterizada por: inquietud, intranquilidad,
inseguridad y desasosiego, que puede llegar a la irresolución, inhibición y/o
desorganización de la conducta. Estos estados pueden aparecer en el testigo,
antes, durante o después del testimonio.
El momento de la
espera puede estar embargado por una ansiedad anticipatoria, una fase
preparatoria, un llamado a la acción. La tensión, la inquietud motriz y la
incertidumbre de la que vendrá, configuran lo que podría denominarse
"ansiedad paranoide", sembrada de dudas y cuestionamientos: como dije
antes se asemeja a la situación de ser examinado. Imbricado a dicho cuadro
pueden aparecer los afectos de bronca y rabia, cuando el tiempo de espera
supera lo tolerable (ha habido esperas de ocho horas, postergaciones de días,
etcétera). El tiempo de espera es directamente proporcional al sentimiento de
peyorización y fastidio. A medida que aumenta la tensión, disminuye la
concentración, aumenta el sentimiento de pérdida de tiempo, crece la fatiga y
el embotamiento y la ansiedad se manifiesta en ráfagas de inquietud.
La ansiedad que
describimos, con matices paranoides puede mantenerse durante la fase
testimonial o desaparecer cuando se recibe un trato cordial en el recinto, lo
que ayuda a sentirse cómodo y más relajado. Cuando la situación es
intimidatoria, descalificante y perturbadora, puede conducir a la aparición de
una ansiedad que podríamos llamar "confusional". Confusión en el
sentido de pérdida de claridad del pensamiento, dificultad en la concentración,
mayor posibilidad de respuestas poco claras, incompletas o tangenciales. La
disminución de la lucidez puede hacer que se acepten hipótesis fuera de
contexto.
Luego de
finalizado el testimonio-interrogatorio, el testigo sale de la sala con el
agradecimiento del tribunal y con la sensación de alivio "por haberse
sacado un peso de encima"; en oportunidades sale con un sentimiento de
futilidad y la mayoría de las veces con el cansancio producto del desgaste
psíquico que acompaña al rol del testigo. Sin duda el juicio oral trae
aparejado un costo emocional importante para el testigo-perito.
Ya hice mención
de las sensaciones y vivencias que nos deja la experiencia del juicio oral.
Debo decirles que he llegado a estas apreciaciones en parte por mi propia
experiencia, pero además por la recolección de los datos que me aportaron otros
peritos.
Ahora intentaré
hacer un aporte, lo que considero elementos útiles para evitar, aunque más no
sea en parte, las sensaciones desagradables.
Todos sabemos
que si una persona tiene información sobre determinada situación, ésta le
resultará menos estresante si puede adoptar las medidas necesarias como para
enfrentarse a ella en mejores condiciones.
El testigo debe
conocer los elementos formales que hacen al juicio oral y expresar las
limitaciones que tiene la medicina y la psiquiatría en particular, en el
diagnóstico de certeza de las afecciones o trastornos psíquicos de aquellas
personas que debe examinar.
Debe tener
presente que el ejercicio de la medicina consiste en una continua toma de
decisiones, tanto diagnósticas como pronósticas, terapéuticas y periciales.
Todos los médicos sabemos muy bien que entre lo cierto y lo falso hay toda una
impresionante gama de matices. La tarea médica, tanto asistencial como
pericial, se plantea por lo general en condiciones de incertidumbre o
probabilidad más que de certeza. La certidumbre no caracteriza el contexto de
la actividad clínica no pericial: por el contrario, suele ser una excepción. Se
la debe considerar como un caso límite en el proceso lógico en la toma de
decisiones, que en sí es probabilística. Al perito se le suele exigir que sus opiniones
se encuentren en el nivel de la certeza y, como vimos, esto es casi
excepcional.
Es importante
hacer conocer el marco epistemológico o la postura científica en que nos
situamos. Un fenómeno puede ser interpretado en formas diferentes, pues existen
distintos métodos para arribar a diagnósticos o conclusiones. Es importante que
nosotros mismos sepamos que como seres humanos somos falibles y no estamos
exentos de subjetividad.
Diagnosticar y
efectuar conclusiones periciales es elegir o decidir la opción nosológica o las
afirmaciones conclusivas más probables entre todas las opciones posibles.
Creo que el
procedimiento más adecuado es seguir las reglas de la teoría de la decisión
racional, base lógica de la medicina actual. Los médicos creían y algunos hoy
siguen creyendo que están en condiciones de resolver los problemas que le
plantea la medicina mediante una lógica determinista, con dos únicas valencias:
verdad o error, lo que es lo mismo que salud o enfermedad.
El médico creía
y algunos siguen creyendo poder diagnosticar siempre con certeza si un hombre
está enfermo o no, qué grado de enfermedad padece, qué pronóstico tiene. Esto
suele ser también exigencia de los pacientes o de las partes en un juicio.
Muchas
enfermedades no se dejan apresar en tan estrictas categorías, pero siempre
existe el fácil recurso de etiquetarlas como esenciales o idiopáticas. Ejemplos
de esto son la hipertensión arterial, las enfermedades psicosomáticas, la
mayoría de los trastornos psiquiátricos, los trastornos funcionales, y podría
seguir nombrando.
Esto nos hace
pensar que este sistema lógico carece de flexibilidad, de amplitud y por lo
tanto de verdadera utilidad.
Las respuestas
apodícticas y absolutas no suelen ser útiles.
El modelo lógico
que parece más conveniente es el probabilístico, ya que con él se pueden tomar
en cada caso las decisiones más racionales, sean éstas probables o ciertas. Por
"decisión racional" debe entenderse aquella que calculando las
probabilidades de la mayoría de las opciones posibles ante un determinado
hecho, elige la más conveniente, que habrá de coincidir con la probabilidad más
elevada.