Para continuar con lo que decíamos en
la primera parte de este artículo resulta importante señalar que, al tratarse
de una causa en la que las supuestas víctimas eran menores de edad, se imponen
algunas limitaciones respecto de lo que puede publicarse. Por este motivo,
evitaremos revelar cualquier información por medio de la cual sea posible
identificar a cualquiera de ellos.
Para referirnos específicamente a las
declaraciones de los menores en Cámara Gesell comenzaremos diciendo que la
mayoría de las entrevistas fue administrada en forma adecuada, motivo por el
cual adherimos a la metodología instrumentada por los peritos oficiales.
Muchas de las declaraciones no
confirmaron los hechos que se habían denunciado, y por lo tanto también
suscribimos en coincidencia muchos de los informes presentados por los peritos
oficiales designados. Nuestros informes ampliatorios tuvieron, en estos casos,
la finalidad de proporcionar la mayor consistencia a las conclusiones vertidas
en los dictámenes.
En otras declaraciones, tal como era
esperable, nos encontramos con relatos diferentes, ya que los mismos comenzaban
confirmando los actos exhibicionistas y abusivos que se habían denunciado, pero
luego, ante preguntas tan simples, genéricas y neutras como “¿vos lo viste?, ¿vos
lo escuchaste?, y similares, la respuesta de algunos niños era “no, me lo dijo
mi mamá” o “me lo contaron mi mamá y mi papá”.
De esta manera resultaba evidente la
existencia de una influencia de terceros en los relatos que proporcionaban
algunos de los menores. Estas narraciones se mostraban como una consecuencia de
evaluaciones e interrogatorios tan prolongados y repetidos como inadecuados. En
algún caso también aparecían palabras que implicaban el uso de metáforas y
simbolismos que excedían las capacidades propias del estadio evolutivo en el
que se encontraban estos niños. Así es que, al ser interrogados por el
significado de estos términos, las respuestas daban cuenta de una incomprensión
que era normal para la edad. En estos casos nuestra tarea fue la de incluir en
los informes un completo análisis del relato por medio del S.V.A.-C.B.C.A.,
destacando que la narración no cumplía con ninguno de los criterios de realidad
de la técnica.
Algunos otros niños proporcionaron una
declaración que incluía contenidos completamente inverosímiles y contrarios a
toda lógica. Algunos relatos se encontraban impregnados de contenidos
provenientes de la fantasía, y en otros nos confrontábamos con la posibilidad
de fabulación: al profesor lo habían matado.
Se podía suponer que una eventual
fabulación no iba a ser señalada por ninguno de los peritos oficiales, de
manera que en algunos de estos informes fue necesario explicar con suficiente
claridad lo que podía observarse respecto de estas narraciones. En este punto
creo que es importante recordar al lector los siguientes conceptos y
definiciones:
El destacado Jean Piaget indica que
las “Respuestas Fabuladas” son una de
las posibles clases de respuestas proporcionadas por un niño en una entrevista,
caracterizadas porque son aquellas respuestas que el niño, sin reflexionar,
contesta inventando una historia en la que no cree; a la vez que sostiene que antes de los 6 años, el niño no distingue
entre mentira, actividad lúdica y fabulación. Lentamente, después de los 8
años, la mentira adquirirá su dimensión intencional. Entre estas dos etapas,
con prevalencia de la actividad lúdica, de la fabulación y de la imaginación
antes de los 6 años y la mentira intencional después de los 8 años, se sitúa un
período en el que lo verdadero y lo falso son percibidos, pero en el que la
mentira se confunde con el error.
Por su parte, el Dr. Néstor Stingo
cita en su “Diccionario de Psiquiatría y
Psicología Forense” los siguientes conceptos en la definición de la
fabulación: “…Dupré denominó fabulación
infantil a la creación espontánea imaginativa, seguida del correspondiente
relato de acontecimientos o episodios novelescos que el menor efectúa con
natural aplomo ante el auditorio familiar, escolar o judicial sin finalidad
utilitaria y por exclusiva vanidad. En todos los menores existe una cierta
dosis de fabulación fisiológica, que en los primeros años se observa con la
creación de un amigo imaginario o los relatos de la vida cotidiana que adornan
con singulares y peculiares argumentos imaginativos. Este tipo de actividad
mítica va despareciendo paulatinamente a medida que se instala la capacidad
judicativa, que tiene lugar a los 7 u 8 años de edad. Si dicha actividad
persiste en la adolescencia y la edad adulta, estamos en presencia de la
mitomanía, en la cual siempre existe un fin utilitario y es permanente…”
Habíamos comenzado diciendo que la
mayoría de las entrevistas había sido administrada en forma adecuada, pero no
podemos dejar de señalar que no faltaron algunas en las que no nos fue posible
estar de acuerdo con la metodología utilizada. En ellas se podía ver que se
introducían contenidos que no habían sido mencionados por el menor y preguntas
que se repetían aun cuando el niño ya había respondido. Sabemos que esto puede
conducir a que un menor cambie su respuesta por suponer que no proporcionó la “correcta”
o la que el adulto espera de él. Así lo señalamos en nuestros informes y
formulamos las críticas necesarias acerca de la metodología aplicada por el
perito oficial.
Tal vez algunos lectores se hayan
preguntado acerca de las conclusiones de los peritos de parte de la querella.
Respecto de ello diremos que estas designaciones fueron la excepción, ya que
para la mayor parte de las presuntas víctimas no se propusieron peritos de
parte.
No obstante ello, en algunos de los
casos encontramos análisis y conclusiones que no pudimos dejar de considerar
como altamente sesgadas. Los fuertes indicadores de una influencia de terceros
en la construcción de algunos relatos, los antecedentes de interrogatorios que
se prolongaron durante largas horas, sin la utilización de protocolos destinados a la investigación de víctimas de abuso y sin la asistencia de
profesionales capacitados para aplicarlos, condujeron a una disidencia con las
conclusiones de los otros peritos.
No podía encontrarse en ninguno de los
informes que se hubieran analizado los contenidos de estas narraciones de
acuerdo a los criterios de realidad del C.B.C.A., y un detallado análisis
proporcionaba una conclusión diferente: el relato era inverosímil, y así lo
manifestamos en nuestros informes.
Con respecto a las pericias
psicológicas que se practicaron a los menores, en todos los casos coincidimos
con la metodología de los peritos oficiales. Se realizaron entrevistas
informativas a los padres, entrevistas a los menores, y se administraron técnicas
de psicodiagnóstico adecuadas para la edad de las supuestas víctimas. Así es
que los psicodiagnósticos incluyeron el Dibujo Libre, la Hora De Juego
Diagnóstica, el CAT-A y, en algunos casos, también se utilizaron títeres.
Si bien no se evidenciaron indicadores
de que los niños presentaran algún cuadro postraumático en ninguna de las técnicas,
no faltaron algunas interpretaciones tan particulares como las que señalamos
respecto de algunas Cámaras Gesell, tanto por parte del perito oficial como en
las conclusiones del perito de la querella.
En virtud de ello, no sólo debimos
plantear nuestra disidencia sino también formular observaciones sobre una
conclusión que consideramos carente de todo fundamento:
por un lado se indicaba que se deben
considerar los criterios de evaluación de credibilidad del testimonio, pero por
otro lado podía verse que en el informe que cuestionábamos estos criterios no
se habían aplicado.
Señalamos también una serie de
contradicciones, como así también la narración de acontecimientos que, aun
siendo inverosímiles, habían sido ignorados en esta característica por los
otros profesionales. Cabe destacar que algunas de estas observaciones fueron
incluidas en los fundamentos de la sentencia por la cual el imputado resultó
sobreseído.
Nos resta referirnos a algo que
enunciamos al comienzo de este artículo cuando hicimos un breve resumen de los
acontecimientos. Más de una vez se había mencionado que algunos de los menores
habían vivenciado los actos abusivos como un juego. Podía advertirse que uno de
los efectos que se había producido a lo largo del tiempo, de las
conversaciones, de las imágenes publicadas en las redes sociales, las
asambleas, los mensajes por Whatsapp, etc., era un efecto de certeza.
¿Consideraban los denunciantes que existía
la posibilidad de que en realidad no hubiera sucedido nada de lo que se había
denunciado?
Podía inferirse que se consideraba que
aquellos actos “tenían que ser la verdad”, ya que admitir una realidad
diferente parecía suponer que los niños habían mentido.
Pero lo que nosotros encontramos no
fueron “mentiras”, sino contenidos que habían provenido del entorno de los
menores los cuales, en algunos casos, también habían incorporado elementos del
mundo de la fantasía y/o de una fabulación normal para la edad y estadio
evolutivo que se encontraban atravesando.
Para finalizar debemos destacar el
peligro que representan las evaluaciones inapropiadas, los interrogatorios que
se prolongan más allá de lo que puede concebirse en forma racional, las
acusaciones apresuradas y los prejuicios.
Hay errores que pueden y deben
evitarse porque tienen consecuencias. Si bien las redes sociales son útiles
también pueden enredar; y las aplicaciones como Whatsapp proporcionan la
posibilidad de una comunicación instantánea, pero en los casos como el que hoy
nos ocupa hay que poder detenerse y pensar; detenerse y recurrir a los
profesionales que pueden hacer una evaluación objetiva que permita arribar a un
verdadero saber.
Esta obra cuyo autor es Lic. Germán G.De Stéfano
está bajo una licencia deReconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de CreativeCommons.
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