30/12/18

Las Pericias De Parte: Abuso Sexual En El Colegio "Medalla Milagrosa" - Parte II

Para continuar con lo que decíamos en la primera parte de este artículo resulta importante señalar que, al tratarse de una causa en la que las supuestas víctimas eran menores de edad, se imponen algunas limitaciones respecto de lo que puede publicarse. Por este motivo, evitaremos revelar cualquier información por medio de la cual sea posible identificar a cualquiera de ellos.

Para referirnos específicamente a las declaraciones de los menores en Cámara Gesell comenzaremos diciendo que la mayoría de las entrevistas fue administrada en forma adecuada, motivo por el cual adherimos a la metodología instrumentada por los peritos oficiales.

Muchas de las declaraciones no confirmaron los hechos que se habían denunciado, y por lo tanto también suscribimos en coincidencia muchos de los informes presentados por los peritos oficiales designados. Nuestros informes ampliatorios tuvieron, en estos casos, la finalidad de proporcionar la mayor consistencia a las conclusiones vertidas en los dictámenes.

En otras declaraciones, tal como era esperable, nos encontramos con relatos diferentes, ya que los mismos comenzaban confirmando los actos exhibicionistas y abusivos que se habían denunciado, pero luego, ante preguntas tan simples, genéricas y neutras como “¿vos lo viste?, ¿vos lo escuchaste?, y similares, la respuesta de algunos niños era “no, me lo dijo mi mamá” o “me lo contaron mi mamá y mi papá”.

De esta manera resultaba evidente la existencia de una influencia de terceros en los relatos que proporcionaban algunos de los menores. Estas narraciones se mostraban como una consecuencia de evaluaciones e interrogatorios tan prolongados y repetidos como inadecuados. En algún caso también aparecían palabras que implicaban el uso de metáforas y simbolismos que excedían las capacidades propias del estadio evolutivo en el que se encontraban estos niños. Así es que, al ser interrogados por el significado de estos términos, las respuestas daban cuenta de una incomprensión que era normal para la edad. En estos casos nuestra tarea fue la de incluir en los informes un completo análisis del relato por medio del S.V.A.-C.B.C.A., destacando que la narración no cumplía con ninguno de los criterios de realidad de la técnica.

Algunos otros niños proporcionaron una declaración que incluía contenidos completamente inverosímiles y contrarios a toda lógica. Algunos relatos se encontraban impregnados de contenidos provenientes de la fantasía, y en otros nos confrontábamos con la posibilidad de fabulación: al profesor lo habían matado.

Se podía suponer que una eventual fabulación no iba a ser señalada por ninguno de los peritos oficiales, de manera que en algunos de estos informes fue necesario explicar con suficiente claridad lo que podía observarse respecto de estas narraciones. En este punto creo que es importante recordar al lector los siguientes conceptos y definiciones:

El destacado Jean Piaget indica que las “Respuestas Fabuladas” son una de las posibles clases de respuestas proporcionadas por un niño en una entrevista, caracterizadas porque son aquellas respuestas que el niño, sin reflexionar, contesta inventando una historia en la que no cree; a la vez que sostiene que antes de los 6 años, el niño no distingue entre mentira, actividad lúdica y fabulación. Lentamente, después de los 8 años, la mentira adquirirá su dimensión intencional. Entre estas dos etapas, con prevalencia de la actividad lúdica, de la fabulación y de la imaginación antes de los 6 años y la mentira intencional después de los 8 años, se sitúa un período en el que lo verdadero y lo falso son percibidos, pero en el que la mentira se confunde con el error.

Por su parte, el Dr. Néstor Stingo cita en su “Diccionario de Psiquiatría y Psicología Forense” los siguientes conceptos en la definición de la fabulación: “…Dupré denominó fabulación infantil a la creación espontánea imaginativa, seguida del correspondiente relato de acontecimientos o episodios novelescos que el menor efectúa con natural aplomo ante el auditorio familiar, escolar o judicial sin finalidad utilitaria y por exclusiva vanidad. En todos los menores existe una cierta dosis de fabulación fisiológica, que en los primeros años se observa con la creación de un amigo imaginario o los relatos de la vida cotidiana que adornan con singulares y peculiares argumentos imaginativos. Este tipo de actividad mítica va despareciendo paulatinamente a medida que se instala la capacidad judicativa, que tiene lugar a los 7 u 8 años de edad. Si dicha actividad persiste en la adolescencia y la edad adulta, estamos en presencia de la mitomanía, en la cual siempre existe un fin utilitario y es permanente…”

Habíamos comenzado diciendo que la mayoría de las entrevistas había sido administrada en forma adecuada, pero no podemos dejar de señalar que no faltaron algunas en las que no nos fue posible estar de acuerdo con la metodología utilizada. En ellas se podía ver que se introducían contenidos que no habían sido mencionados por el menor y preguntas que se repetían aun cuando el niño ya había respondido. Sabemos que esto puede conducir a que un menor cambie su respuesta por suponer que no proporcionó la “correcta” o la que el adulto espera de él. Así lo señalamos en nuestros informes y formulamos las críticas necesarias acerca de la metodología aplicada por el perito oficial.

Tal vez algunos lectores se hayan preguntado acerca de las conclusiones de los peritos de parte de la querella. Respecto de ello diremos que estas designaciones fueron la excepción, ya que para la mayor parte de las presuntas víctimas no se propusieron peritos de parte.

No obstante ello, en algunos de los casos encontramos análisis y conclusiones que no pudimos dejar de considerar como altamente sesgadas. Los fuertes indicadores de una influencia de terceros en la construcción de algunos relatos, los antecedentes de interrogatorios que se prolongaron durante largas horas, sin la utilización de protocolos destinados a la investigación de víctimas de abuso y sin la asistencia de profesionales capacitados para aplicarlos, condujeron a una disidencia con las conclusiones de los otros peritos.

No podía encontrarse en ninguno de los informes que se hubieran analizado los contenidos de estas narraciones de acuerdo a los criterios de realidad del C.B.C.A., y un detallado análisis proporcionaba una conclusión diferente: el relato era inverosímil, y así lo manifestamos en nuestros informes.

Con respecto a las pericias psicológicas que se practicaron a los menores, en todos los casos coincidimos con la metodología de los peritos oficiales. Se realizaron entrevistas informativas a los padres, entrevistas a los menores, y se administraron técnicas de psicodiagnóstico adecuadas para la edad de las supuestas víctimas. Así es que los psicodiagnósticos incluyeron el Dibujo Libre, la Hora De Juego Diagnóstica, el CAT-A y, en algunos casos, también se utilizaron títeres.

Si bien no se evidenciaron indicadores de que los niños presentaran algún cuadro postraumático en ninguna de las técnicas, no faltaron algunas interpretaciones tan particulares como las que señalamos respecto de algunas Cámaras Gesell, tanto por parte del perito oficial como en las conclusiones del perito de la querella.

En virtud de ello, no sólo debimos plantear nuestra disidencia sino también formular observaciones sobre una conclusión que consideramos carente de todo fundamento:
por un lado se indicaba que se deben considerar los criterios de evaluación de credibilidad del testimonio, pero por otro lado podía verse que en el informe que cuestionábamos estos criterios no se habían aplicado.

Señalamos también una serie de contradicciones, como así también la narración de acontecimientos que, aun siendo inverosímiles, habían sido ignorados en esta característica por los otros profesionales. Cabe destacar que algunas de estas observaciones fueron incluidas en los fundamentos de la sentencia por la cual el imputado resultó sobreseído.

Nos resta referirnos a algo que enunciamos al comienzo de este artículo cuando hicimos un breve resumen de los acontecimientos. Más de una vez se había mencionado que algunos de los menores habían vivenciado los actos abusivos como un juego. Podía advertirse que uno de los efectos que se había producido a lo largo del tiempo, de las conversaciones, de las imágenes publicadas en las redes sociales, las asambleas, los mensajes por Whatsapp, etc., era un efecto de certeza.

¿Consideraban los denunciantes que existía la posibilidad de que en realidad no hubiera sucedido nada de lo que se había denunciado?
Podía inferirse que se consideraba que aquellos actos “tenían que ser la verdad”, ya que admitir una realidad diferente parecía suponer que los niños habían mentido.

Pero lo que nosotros encontramos no fueron “mentiras”, sino contenidos que habían provenido del entorno de los menores los cuales, en algunos casos, también habían incorporado elementos del mundo de la fantasía y/o de una fabulación normal para la edad y estadio evolutivo que se encontraban atravesando.

Para finalizar debemos destacar el peligro que representan las evaluaciones inapropiadas, los interrogatorios que se prolongan más allá de lo que puede concebirse en forma racional, las acusaciones apresuradas y los prejuicios.
Hay errores que pueden y deben evitarse porque tienen consecuencias. Si bien las redes sociales son útiles también pueden enredar; y las aplicaciones como Whatsapp proporcionan la posibilidad de una comunicación instantánea, pero en los casos como el que hoy nos ocupa hay que poder detenerse y pensar; detenerse y recurrir a los profesionales que pueden hacer una evaluación objetiva que permita arribar a un verdadero saber.


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